EMPRENDER CON O SIN SOCIOS

 

 

 

SOCIOS

     Cuando nos planteamos iniciar una actividad empresarial casi siempre surgen dudas de si lanzarse a esa aventura solo o con un familiar, un amigo, uno que ya conoce el sector, alguien que puede aportar dinero, o que pueda...
Son reflexiones que generalmente están basadas en el miedo. En el miedo a equivocarte. En el miedo a lo desconocido. En el miedo a la incertidumbre. En el miedo a no conocer lo suficiente el mercado. En una palabra: en el miedo al miedo. Si es con otro parece que nos sentimos arropados y el posible fracaso es menor.

     La experiencia y la realidad en este campo dicen que muy pocos negocios que se inician con dos o más personas como socios llegan a tener una vida empresarial más allá de los ocho o diez años.

     Esto es lógico pues si bien esas personas al empezar tienen el mismo deseo, el mismo objetivo e incluso la misma ilusión en el proyecto, conforme éste se va desarrollando las motivaciones, los condicionantes personales y las necesidades familiares son distintas, e incluso la política de negocio a seguir no suele coincidir. Esto no significa que sea mejor o peor, simplemente distinta, y este tipo de desencuentros hacer que la evolución del negocio se ralentice o se estanque pasado un tiempo más o menos corto.

     La forma de evitar esto, dentro de lo posible, es que cada uno de lo socios tenga muy definida y muy clara su labor a desarrollar y que ninguno de ellos cuestione de manera repetitiva cómo el otro está haciendo su trabajo.
Cada uno ha de sentirse libre en la forma de hacer las tareas a él encomendadas y hablar de las cuestiones comunes en las reuniones marcadas para analizar el desarrollo del negocio.

     En ocasiones nos podemos encontrar con que hemos empezado un negocio con un compañero de viaje que puso más entusiasmo e ilusión que conocimientos o capital en ese proyecto por lo que muy probablemente nos encontraríamos de nuevo en el punto de partida: empezar solo.

     En mi recorrido por el mundo del asesoramiento recuerdo un joven universitario, recién licenciado, que con una idea genial y viable se embarcó en el desarrollo de su proyecto. En la primera sesión que tuvimos con él le preguntamos:
- ¿Qué capital social tiene la compañía?
     - Tres mil euros.

     - ¿Cuántas personas componen el accionariado? ¿Cuál es la participación de cada uno?

     Nos quedamos sorprendidos cuando dijo que doce personas formaban el accionariado de la sociedad. Y mucho más cuando comentó que seis tenían un uno por ciento, tres una participación del quince por ciento, otro el cuatro y él que poseía el cuarenta y cinco.

La pregunta siguiente era obvia.

     - ¿Por qué se ha producido esa variedad en la composición de sociedad?
     - Es que uno me lleva la contabilidad, otro me ha hecho un favor, otro me animó en el inicio, otro...

     El desarrollo de ese proyecto comenzaba a tener éxito, y ahí empezaban a surgir los problemas de este joven emprendedor, donde él lo ponía todo. (El conocimiento, el trabajo, etc.) y el resto de los accionistas sólo estaban a la espera de ver qué pasaba. Si la idea, con el trabajo y el desarrollo del accionista principal, era exitosa, podían pegar un pelotazo.

Más adelante comentaremos cómo abordamos este asunto.

     Podríamos poner más ejemplos. Socios que dicen que van a poner un dinero y ese capital nunca llega. Siempre es mañana o la semana próxima.

     Amigos que dicen conocer como nadie el sector donde vas a desarrollar tu activad. Lo saben todo. Lo conocen todo. Pero a la hora de la verdad saben menos que tú, los tienes pegados a la chepa y son una rémora que hasta que te los quitas, si es que lo logras, ha sido a costa de mucho tiempo perdido y de algún dinero, con lo que sólo has conseguido frenar o, en el mejor de los casos, ralentizar tu desarrollo de negocio y casi siempre con un agotamiento y una desilusión que tarda mucho tiempo en pasarse. Otros que quieren imponer desde el principio y constantemente sus ideas anulando por completo las tuyas. Cuando éstas son buenas y el proyecto evoluciona bien, no va mal la cosa. Lo malo es cuando, como suele ocurrir con este tipo de socios, sólo se dan bandazos, con constantes cambios de estrategia y de dirección, anulando por completo tus sugerencias. Y si alguna has dado, el proyecto no ha funcionado precisamente por la tuya. No por las tropecientas mil erróneas que él ha tomado y puesto en marcha. En fin, una locura que lleva a la ruptura y al agotamiento económico y emocional.

     Como te decía, podríamos seguir poniendo ejemplos pero quedémonos con esto como muestra de que tu idea y tu proyecto sólo es tuyo y es difícil que pueda ser comprendido, interiorizado y visto en su desarrollo y estrategia de futuro como lo haces tú.

     En el devenir de tu vida profesional, te vas a encontrar mil millones de veces solo. Por lo tanto... por qué no empezar ya así, solo.

     Todo lo que necesites apréndelo o págalo. Cuando necesites asesoramiento, fiscal, laboral o de cualquier otro tipo paga al mejor profesional que te puedas permitir. Los asesoramientos baratos o del conocido o amigo de turno que ante el planteamiento de tu duda asevera con rotundidad de criterio, vamos, como dogma de fe, que sabe cómo funciona tal o cual tema, generalmente lo único que te hace es dar mil vueltas para solucionar el problema y casi siempre vas a pagar más de lo debido por multas, retrasos, etc. Y al final tendrás que ir donde deberías haber ido desde el principio: a un buen profesional del tema.

     Cuando la relación con el socio o los socios no funcione, lo mejor es cortar lo antes y lo mejor posible pues, si se demora, los roces y desencuentros irán a más y la ruptura será más larga, más complicada y más costosa tanto en dinero como en tiempo y supondrá un desgaste de energía y dinamismo importante.

     Si tu proyecto evoluciona bien pero necesitas apoyos o alianzas puntuales para su consolidación o expansión contrata trabajadores con la cualificación necesaria, firma convenios de colaboración o incluso, llegado el momento y si es interesante y ventajoso para ti, plantéate la fusión con alguna compañía mayor, más posicionada en el mercado, con mayores recursos financieros y humanos, que permita llevar tu proyecto al lugar que pensaste y soñaste.

     Ésa será tu decisión, pero sólo tuya. Y ahora retomo el ejemplo que ponía anteriormente sobre el joven universitario que tenía doce socios. Cuando le comentamos el peligro que corría al no tener el cincuenta y uno por ciento de las acciones que le permitiera controlar las decisiones, comentó:

     - No importa, ¡son todos amigos míos!

Es la respuesta de un inexperto, de alguien que está tan centrado en el desarrollo de su idea que no ve más allá ni es consciente del peligro que le acecha. Sólo lo percibió cuando le comenté:

- Es posible. Es posible que todos sean tus amigos y no tengas dudas de que harán todo aquello que tú les digas, como así viene siendo, pero ten en cuenta que hasta ahora casi todo el trabajo, por no decir todo, lo vienes haciendo tú. El proyecto, tu proyecto, empieza a ser una realidad, y bastante interesante por cierto. ¿Qué ocurrirá si aparece una multinacional y quiere comprar el proyecto o la sociedad? ¿Hasta dónde llegará la amistad o fidelidad de tus socios cuando esa multinacional ponga sobre la mesa, por ejemplo, un millón de euros? ¿Has pensado que aquéllos que no han puesto nada, pues les regalaste ese uno por ciento, reciben diez mil euros? Por no hablar de los que tienen un porcentaje mayor.

     Pero, vamos a creer, como tú dices, que todos son amigos tuyos y que están a tu lado en esta aventura, pero... ¿has pensado que están casados? Algunos tienen hijos y la presión que van recibir por parte de su familia, mujer, hijos, hermanos y alrededores va a ser muy fuerte. Con ese dinero pueden enviar a la niña a estudiar a Inglaterra; puede servir de ayuda para cambiar de coche; puede ser un colchón y un respiro para algunos, que por lo que me has comentado no tienen una economía muy sobrada.

     ¿Qué crees tú que prevalecerá? ¿La amistad hacia ti o sus intereses personales y/o familiares?

     A cada pregunta que le hacía le cambiaba la cara porque, sin decirlo en voz alta, se iba contestando y obtenía unas respuestas que le incomodaban, preocupaban e inquietaban.

     Con estos ejemplos no quiero que pienses que estoy en contra de iniciar una actividad empresarial con socios. Ni mucho menos. Se puede empezar con socios, pero.... conociendo a todos y cada uno de ellos. Su realidad. Y cuando digo su realidad, me refiero a su realidad completa, la de todas y cada una de sus situaciones. Sus conocimientos reales, no los que dicen tener. De qué recursos económicos disponen. De su situación familiar. De sus ilusiones. De si tenéis éxito quieren repartir los beneficios o reinvertir. Todo. Es saberlo todo. De esa manera, si se ponen las cartas sobre la mesa y se habla claro, es posible que te lleves sorpresas, pero menos. Y no olvides nunca que a partir de ahora ya no son tus amigos o tus conocidos. Desde ese momento pasan a ser tus socios y el compadreo, las maneras distendidas, los chistes, las gracietas, todo eso se queda para hacerlo en el bar o en reuniones de amigos. En el negocio, el respeto y la confianza en el desarrollo de la actividad que cada uno realiza, debe ser escrupuloso. En la empresa o en temas relacionados con ella, la profesionalidad debe ser máxima. En la toma de decisiones nunca debe prevalecer la amistad sobre la objetividad o lo más adecuado para el proyecto.

     He oído con frecuencia, cuando eran varios socios:

     - Hombre... ¡cómo has votado en mi contra! ¡Si tú y yo somos amigos!

     En los negocios no hay amigos. ¡Hay socios! Y un proyecto que desarrollar según vuestro mejor saber y entender. Pero si las decisiones no se toman en base a criterios objetivos sino al grado de amistad que existe entre vosotros, el proyecto está muerto. Sal de él cuanto antes...Y por cierto, si un amigo te hace esa pregunta o se enfada porque has votado en contra de su propuesta, ve cuestionándote su amistad. Terminaras perdiéndolo. Pero si lo analizas... no es tan amigo.

     Aconsejo que antes de ir a formalizar ante notario la escritura de constitución, es bueno que firméis un documento interno entre vosotros sobre la filosofía empresarial por la que os vais a regir, cuáles son los objetivos, como pensáis llevarlos a cabo, definiciones de las tareas y jerarquía de cada uno, etc., pues llegado el momento se le puede enseñar a aquél que incordie o abogue por otros postulados empresariales o quiera llevar el negocio por otro rumbo. Le servirá de recordatorio la firma que estampó en su día en ese documento.

 

 

 

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